¿Quién era yo, para que pudiese estorbar a Dios? Sesión 19 Curso Hechos
En esta sesión revisamos Hechos 11:1-18 (ver). El Espíritu Santo nos mostró cómo nuestros argumentos y/o tradiciones culturales o religiosas, pueden ser un obstáculo para recibir lo que Dios tiene para nosotros y reconocer su obra en medio nuestro. Pedro regresó de casa de Cornelio a Judea, donde fue cuestionado por los cristianos que practicaban la circuncisión y no les parecía correcto que hubiese comido con gentiles. En vez de intentar convencerlos, Pedro les testifica el proceso por donde el Espíritu de Dios lo llevó para mostrarle sus propósitos. A través de la visión que tuvo, le pidió que no llamara común lo que él limpió. Le ordenó ir con los hombres enviados por Cornelio, un gentil a quien el Señor dio un mensaje por medio de su ángel. Y cuando Pedro comenzaba a comprender que Dios no hace acepción de personas y extiende su misericordia a quien le busque, el Espíritu Santo vino sobre los gentiles que escuchaban y recordó a Pedro las palabras de Juan sobre el bautismo con el Espíritu. Toda barrera o argumento mental fue derrumbado en la mente de Pedro, quien vio que el Señor concedió a los gentiles el mismo don que a ellos que creyeron en Jesús. Por lo que concluyó su testimonio diciendo "¿quién era yo para que pudiese estorbar a Dios". Entendía que si el Espíritu Santo es el pastor de la iglesia, el hace como quiere, conforme a sus pensamientos y caminos, que son más altos que los nuestros (Isaías 55:9), y lo que nos corresponde hacer, es seguirlo y obedecer sus instrucciones. Dios obró en Pedro quien rindió todo esquema y tradición religiosa a los pies del Señor. Como un odre nuevo, dispuesto para recibir lo que Dios hace, un corazón humilde y enseñable. Los odres nuevos pueden encontrar los tesoros ocultos, las perlas preciosas de la revelación de la Palabra. Lo que antes no veían y ahora por el Espíritu lo ven y lo reciben y se gozan. Al final qué bendición ver que la iglesia de Judea apreciaron como odres nuevos la obra de Dios entre los gentiles. Es muy claro que aunque habían apóstoles quienes enseñaban las Escrituras y el evangelio de Jesús, y eran los lideres de la iglesia, el Espíritu Santo era quien dirigía su obra y ellos lo seguían. Por eso sus ojos espirituales fueron abiertos a los propósitos de Dios y le glorificaron por su misericordia..
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